Las antiguas «galeras», o cárceles de mujeres

enero 1930

Tradicionalmente, las cárceles de mujeres -las llamadas «galeras»- combinaban el rigor del encierro con la disciplina del trabajo de costura como medio “corrector y moralizador” a cargo de personal religioso: capellanes y la orden de las Hijas de la Caridad. Eran los casos de la Penitenciaría de Alcalá y la prisión provincial de Quiñones en Madrid

Galera de Alcalá. T. de Gracia (1905). BNE.Desde 1880 funcionaba en Alcalá de Henares la antigua penitenciaría femenina de cumplimiento de pena, popularmente conocida como la “galera de Alcalá”, en el antiguo colegio-convento de los Carmelitas Descalzos. En 1887 concentraba a 798 reclusas, la mayor población penal de mujeres de toda España.“Mezcla de convento y de presidio”, según el reformador Rafael Salillas, estaba regida por una orden religiosa femenina (las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl), al igual que el resto de establecimientos penitenciarios femeninos de orden menor -prisiones provinciales y de partido- de la geografía española. Uno de estos últimos era la prisión provincial de Madrid de la calle Quiñones, también habilitada en un edificio eclesiástico.

La rutina punitiva de estos establecimientos, regidos todos por las popularmente conocidas como las Paúlas, estaba presidida por el rigor del encierro y la disciplina del rezo y del trabajo de costura. Según el reglamento penitenciario de Alcalá de 1882 -modelo para el resto- la madre superiora de las Hijas de la Caridad pasaba a ostentar rango de jefe de servicios, mientras que las hermanas quedaban encargadas de la administración, vigilancia, enseñanza y gestión cotidiana del establecimiento. Todas estas tareas se resumían en la llamada “corrección y moralización” de las reclusas, que constituía de hecho el rasgo diferencial por antonomasia del encarcelamiento femenino, justificador del protagonismo de los agentes religiosos en el mismo.

La “galera” funcionaba por aquel entonces como una metáfora del hogar doméstico. Se suponía que la “mujer perdida” que iba a parar a la cárcel debía redimirse gracias a la ayuda de la religión -monjas, capellanes- y a la disciplina del trabajo que se entendía era el que correspondía a su sexo: las labores de costura, principalmente manuales. En el caso de las presas que entraban con sus hijos -hasta los siete años-, se imponía asimismo una estricta reglamentación de tiempos: en Alcalá solo se permitía que las madres visitaran a los hijos, recluidos en el parvulario, una hora al día y otra a la tarde, supuestamente para sustraerlos a su “influencia física y moral”.

Taller de costura de la prisión provincial de la calle Quiñones. 1913. AF-MNCARS.

Durante siglos, el centro de atención preferente de la represión penal femenina fueron los “delitos cometidos contra los preceptos morales”, relacionados con la llamada “moralidad pública”. Destacaba en este sentido la presencia en estas “galeras” de las llamadas “quincenarias”: mujeres que eran detenidas practicando la prostitución de manera ilegal o no-reglamentada y que, a cambio de una multa, eran encarceladas por periodos de quince días.

Fuentes: BURILLO ALBACETE, Fernando (1999): El nacimiento de la pena privativa de libertad. Madrid, y (2011): La cuestión penitenciaria. Del Sexenio a a Restauración (1869-1913). Zaragoza; HERNÁNDEZ HOLGADO, Fernando (2013): «Cárceles de mujeres del Novecientos: una práctica de siglos», en OLIVER OLMO, Pedro: El siglo de los castigos. prisión y formas carcelarias en la España del siglo XX. Barcelona; GUEREÑA, Jean Louis (2003): La prostitución en la España contemporánea. Madrid.

Las antiguas «galeras», o cárceles de mujeres